mayo 05, 2013

Un ciudadano del mundo, bajo un sueño argentino


No sólo de agarres, ni de lances o de saber caminar el tatami va esto de la enseñanza y el aprendizaje en el judo. El joven pupilo interrumpe con todo respeto hacia el final de la entrevista; devuelve el libro a su maestro, saluda y se va. El título está en castellano, el contenido también. Suena el teléfono, atiende y contesta en otro idioma; no es inglés. ¿Será ucraniano? ¿Será armenio? En ese minuto y medio de la tarde soleada –y un tanto ventosa- del Cenard, usando un pequeño lente y prestando atención a esos detalles, uno puede construir la sinopsis de la que fue, es y será la vida de Tigran Karhanyan, el armenio -estudió y vivió en Ucrania, por eso muchos confunden su nacionalidad-  que se desempeña como entrenador del seleccionado nacional masculino de judo y extraña Buenos Aires cuando está lejos, a pesar de que se considera como “un ciudadano del mundo”, ya que conoce más de 80 países.
“Luego estos siete años, previo a tomar la decisión de volver, lo medité y llegué a la conclusión de que los momentos más felices de mi vida se dieron aquí, en Buenos Aires”, dice Tigran (se pronuncia Tigran, como tigre, aclara), recordando su paso por el judo neuquino y los equipos nacionales de Ecuador, entre otros lugares en los que se desempeñó. Hoy comanda el cuerpo técnico junto a su compañero y amigo Ariel Sganga, a quien también tuvo como alumno algún tiempo atrás. No se pone colorado y confiesa su anhelo mayor: “lograr una medalla dorada en los Juegos Olímpicos”; lo dice con su particular acento y se ríe cuando recuerda que comenzó su carrera como entrenador de judo debido a la ausencia de un profesor, cuando apenas era un adolescente que jugaba al fútbol soñando con sentarse en el banco para dar indicaciones. Su vocación ya tenía algo más que los cimientos en su lugar. Estaba definida.
¿Cómo fue la propuesta que hizo que asumieras el cargo de entrenador del seleccionado nacional?
A pesar de que los últimos 4 años estaba afuera, nunca dejé de prestarles atención a los competidores argentinos. Siempre nos encontramos en eventos importantes como las Copas del Mundo, los Grand Prix, los Grand Slams. La mayoría de ellos empezaron a entrenar en el Cenard cuando tenían 13, 14 o 15 años; yo trabajaba con ellos y hoy son los atletas principales del país. Y bueno, cuando terminó un ciclo olímpico y se inició otro, empecé a estudiar la situación. Decidí volver, postularme como entrenador del equipo nacional y aceptaron mi postulación. Estoy de vuelta en Buenos Aires luego de largos siete años, ya extrañaba.
¿Cuál es el objetivo máximo al que aspiran junto a Ariel Sganga al frente del seleccionado?
La meta es acabar este ciclo con una medalla olímpica. Ariel fue uno de mis alumnos principales; ahora somos amigos y compañeros de trabajo. Él conoce mis exigencias, mi manera de trabajar, la línea de estilo. Jamás debo explicarle dos veces lo que quiero hacer o la dirección que debemos seguir.
Es fundamental el buen entendimiento porque el nivel del judo está cada vez más complicado. En los últimos cuatro años han aumentado mucho los ingresos. Así sea premios, becas a los atletas, sueldos a los entrenadores. No se pueden hacer las cosas como amateur si se quiere competir contra los grandes del mundo. En las potencias hay entrenadores o atletas que ganan hasta 20 mil dólares mensuales, casi como jugadores de fútbol de mediano plano. 25 mil euros ganaba el italiano campeón con Rusia en los Juegos Olímpicos de Londres (N. de R.: se refiere a Ezio Gamba, hoy manager general). Es decir, hoy se habla del judo como un deporte totalmente profesional y no hay pequeñeces. Cada cosa tiene su valor en el sistema de entrenamiento, en la fase de preparación.
Aprovechando tu largo peregrinaje con el judo alrededor del mundo. ¿Cómo ves a los judocas de nuestro país en comparación con otros de diferentes regiones?
El judoca argentino tiene virtudes técnicas naturales debido a su formación y, claro, la influencia de muchos profesores japoneses. Después quedaron los alumnos de estos maestros. Saben hacer perfectamente cosas básicas como hacer los agarres, tomar distancias y demás. A mí también me parecía lógico antes de irme. Pero cuando pude hacer mi experiencia afuera me di cuenta de que esos puntos podían ser un desastre. No saben hacer los agarres ni cómo acercarse y menos cruzar las piernas para caminar el tatami. Había que empezar de cero.
Además el argentino tiene, genéticamente, buenos parámetros morfológicos. Están bien nutridos en periodos sensitivos de formación, desde niños o adolescentes. No tienen las falencias fisiológicas que sí hay en otros países. Esas son cosas difíciles de recuperar cuando ya son adultos y se transforman en desventajas.
También la picardía que tiene el argentino. Su destreza y astucia para resolver situaciones durante el combate, no tiene complejos de inferioridad como sí tienen los judocas de muchos países que enfrentan a un rival con pergaminos. Saben que sí les falta en lo económico, en lo estructural, que les falta competencia, pero lo toman como un desafío más, no se achican.
¿Creés que la ayuda del Enard puede ser fundamental para el desarrollo del judo argentino?
¡Obvio! Nos ayudará mucho, sin dudas. Es uno de los puntos fundamentales por los cuales yo acepté asumir este cargo: tener un mínimo de planificación. Poder apoyarnos con más competencias en campos internacionales, lo que produce mayor y mejor roce. Quieras o no quieras es el pilar fundamental, porque si no vas a medirte al exterior, se hace imposible.
¿Ves un buen recambio en nuestro judo?
Sí. Hemos organizado campos de entrenamiento –desde enero- con cadetes y juveniles y varios son los talentos que se han destacado. El Enard está apuntando a generaciones próximas para el rejuvenecimiento de los seleccionados nacionales en todos los deportes, apuntando a dos o tres ciclos olímpicos más adelante, apoyándonos. De hecho, hace unos días volvió un equipo juvenil que estuvo compitiendo en Croacia y Turquía, en campeonatos europeos. Hubo muchos combates ganados y Jimena García en Croacia salió tercera y en Turquía salió segunda. Es muy importante competir con potencias mundiales en estas edades, para que después no se forme un complejo de inferioridad.
¿Qué crees que se puede esperar para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016?
Nosotros desde Beijing, que tuvimos a Paula Pareto con el bronce y se le escapó por muy poco en Londres, seguimos siempre poniendo objetivos tan altos como la medalla olímpica. Desde los Juegos Olímpicos de 1964, que el judo inició como deporte de exhibición en Tokio, Argentina ha logrado hasta Londres 22 diplomas olímpicos. Es el 24% del total de los obtenidos por los 26 deportes en los que el país es representado. Considero que, si siempre estamos tan cerca de las medallas, una vez que se mejora el apoyo hacia nosotros, podemos aspirar a lograr de una vez por todas las medallas.
¿Pudiste seguir a los judocas argentinos en Londres? ¿Cómo analizás su participación?
Sí, permanentemente los sigo, los evalúo. Nunca dejé de asesorarlos desde la planificación hasta los aspectos técnico/tácticos que podían presentar los rivales; jamás perdí contacto. Ahora estamos trabajando con las actualizaciones desde que yo no estuve hasta hoy. Dos veces hubo grandes cambios en competencias y arbitrajes, hay que ponerse al día. Los trabajos principales hoy se están basando sobre estos aspectos. Y otras cosas, que no son para publicarlas en ningún medio (risas).
¿Hay algún secreto para enseñar judo?
Uno de los secretos principales es la motivación interna. Con la experiencia, me di cuenta que no siempre gana aquél que sabe cómo hacer las cosas sino el que más ganas de triunfar tiene. El hambre a veces hace que un rival venza a otro que lo supere técnicamente, mejor preparado. Por otro lado, las ganas de ganar siempre deben prevalecer al miedo de perder. Tercer punto: si pisaste el tatami debes dejar todo. Una sola derrota debe aceptarse y esta es si peleaste como león, diste todo y no te echaste para atrás. Otra de las claves es la formación básica, que se refleja en el alto rendimiento.
¿Qué cosas te dio el judo que has podido aplicar a tu cotidianeidad?
(Piensa durante dos segundos) Estar más flexible, más paciente, más seguro de mí mismo. Ha marcado una gran influencia sobre mí. Soy profesional en esta área y desde chico siempre quise ser entrenador. Como futbolista, quería ser director técnico. En un pequeño lapso, cuando mi hermano practicaba judo, me ofreció que vayamos a reemplazar al entrenador que había salido de vacaciones y yo acepté feliz; luego me quedé, me enamoré de todo esto y desde ahí sólo quise ser entrenador de judo. Todo el ritmo de mi vida empezó a girar en torno a este hermoso deporte.
¿Qué sentís que es el judo para vos?
Mira, es simple. Yo tengo la cabeza metida en el judo las 24 horas del día. Siempre estoy en búsqueda y soy afortunado en la vida por hacer lo que me gusta hacer; no hay mucha gente que tenga la misma suerte. Deben trabajar por necesidad y se la pasan mirando la hora. Yo no miro el reloj porque disfruto cada momento de mi profesión.
Si tuvieras que pedir un deseo profesional y otro personal, ¿cuáles serían?
Obtener una medalla de oro olímpica sería lo máximo. Tengo mi visión y mi experiencia y aspiro a un oro olímpico. Creo que se puede dar.
Te olvidaste del deseo personal…
Mira, estoy tan apegado a mi profesión que no puedo separarme de ella y pensar en otro tipo de deseos… (risas). Bueno, sí, seguir siendo feliz, rodearme de gente que quiero, que me quiere. No despegarme nunca de este círculo tan lindo.

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